POR: FRANCISCO JAVIER PÉREZ RAMÍREZ.
Para dar a conocer un testimonio histórico sobre la vida de los niños después de la guerra, la Embajada de Japón en Guatemala inauguró la exposición fotográfica “Escenas de la Infancia: Sesenta Años de Posguerra en Japón” en el Museo de Arte Moderno “Carlos Mérida”. La apertura de la obra se realizó con la presencia de autoridades del Ministerio de Cultura y Deportes y la Embajada de Japón en Guatemala.
La exposición cuenta con 100 fotografías que fueron seleccionadas de entre 30,000 trabajos de periodistas gráficos que han retratado la vida diaria de la sociedad japonesa, durante los sesenta años que han pasado desde la Segunda Guerra Mundial. Con esta actividad esta sede diplomática pretende dar a conocer a nivel mundial los efectos de la guerra, especialmente en la población infantil japonesa.
El Ministerio de Cultura y Deportes, hace extensiva una atenta y cordial invitación a la población guatemalteca en general para que visiten esta exposición la cual culminará el 20 de marzo del año en curso. El costo de ingreso es de Q5.00 para visitantes nacionales y Q50.00 para extranjeros. Escolares de establecimientos públicos tienen entrada gratuita.
En virtud a lo anterior pero desde una óptica muy personal recordando estos trágicos sucesos, nuestra memoria colectiva inevitablemente ha olvidado y se ha vuelto a moldear por las perspectivas actuales. Con el paso del tiempo, aquéllos que vivieron en carne propia los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki se hacen menos.
Aunque en sus mentes el recuerdo de este trauma sigue vivo, grandes porciones de la población mundial no conocen sus historias. El mensaje de los supervivientes ha sido simple, claro y conciso, "Nunca más".
En este mismo sentido en su libro, Robert Jay Lifton y Greg Mitchell escriben: "No es posible entender el siglo XX sin Hiroshima”. Lo mismo puede decirse del siglo XXI. Lo mismo puede decirse del predicamento que enfrenta la humanidad. No podemos entender ni el presente ni el futuro sin entender lo que pasó en Hiroshima y Nagasaki."
A continuación se narra lo que sucedió realmente en las ciudades Japonesas de Hiroshima y Nagasaki, a la 1:45 de la madrugada del 06 de agosto de 1945, el Enola Gay, un bombardero B-29 estadounidense, despegó de la isla Tinian en las Islas Marianas. Llevaba la segunda bomba atómica del mundo; la primera se había detonado tres semanas antes en un campo de pruebas de EE.UU. en Alamogordo, Nuevo México.
El Enola Gay llevaba una bomba atómica con núcleo de uranio enriquecido a la que se nombró "Pequeño niño", con una fuerza explosiva de unas 12,500 toneladas de TNT. A las 8:15 de la mañana, mientras los ciudadanos de Hiroshima se disponían a comenzar su día, el Enola Gay liberó su terrible carga, que cayó durante 43 segundos antes de detonar 580 metros sobre el Hospital Shima cerca del centro de la ciudad.
Tres días después de destruir Hiroshima, a las 11:02 de la mañana, el Bockscar, un bombardero B-29 estadounidense, atacó la ciudad japonesa de Nagasaki con la tercera arma atómica del mundo. Esta bomba tenía un núcleo de plutonio y una fuerza explosiva de unas 22 mil toneladas de TNT. Resultó en la muerte inmediata de unas 40 mil personas.
Para finales de 1945, había 145 mil muertos en Hiroshima y otros 75 mil en Nagasaki. Decenas de miles más sufrieron graves lesiones. A lo largo de los años, han seguido falleciendo personas entre los supervivientes debido a los efectos tóxicos de la radiación.
Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki quedaron en el pasado. No podemos resucitar estas ciudades. Lo que sí podemos hacer es aprender de su experiencia; una de las lecciones más importantes a la humanidad: nos enfrentamos a la posibilidad de nuestra extinción como especie. No simplemente a la realidad de muertes individuales, sino a la muerte de la humanidad.
Según Albert Camus, existencialista francés, "nuestra civilización técnica ha alcanzado su nivel más alto de salvajismo. Tendremos que elegir, tarde o temprano, entre el suicidio colectivo y el uso inteligente de nuestras conquistas científicas. Ahora, más que nunca, vemos claro que la paz es la única batalla digna de lidiar."
Depender de las armas nucleares para proteger la seguridad es poner el futuro de nuestra especie en riesgo de aniquilación. La humanidad enfrenta una decisión: eliminar las armas nucleares o seguir corriendo el riesgo de que ellas nos eliminen a nosotros. Si no tomamos esta decisión y actuamos, enfrentamos la posibilidad de repetir lo sucedido en Hiroshima a nivel mundial.
Estos Exposiciones Fotográficas mantienen vivo el recuerdo de la destrucción causada por las armas nucleares (relativamente pequeñas) que fueron usadas en estas dos ciudades. También proporcionan una visión del sufrimiento humano causado por las armas nucleares.
Una visita a estas exposiciones fotográficas nos ayudará a comprender la destrucción y de la devastación que causan las armas nucleares, es difícil captar la extensión de destructividad de estos artificios. Uno se percata de que las armas nucleares ni siquiera son armas, sino algo mucho más siniestro. Son instrumentos de genocidio y tal vez de omnicidio: la destrucción de todo.
El mundo necesita recordar y reflexionar sobre las experiencias de Hiroshima y Nagasaki como símbolos de la fortaleza e indomable espíritu de los humanos. Tenemos que ser capaces de recordar verdaderamente lo acontecido a estas ciudades si hemos de unirnos para terminar con la amenaza de las armas nucleares contra la humanidad y contra toda vida.
Tenemos que comprender que no es necesario ser víctimas de nuestras propias tecnologías, que somos capaces de controlar aún la más peligrosa de ellas. Sin embargo, el destino del mundo, y en particular el destino de la humanidad, podría depender de nuestro recuerdo de Hiroshima y Nagasaki.
Si recordamos los bombardeos de estas ciudades simplemente como otro capítulo en la historia de la humanidad, careceremos de la ética política para manejar con eficiencia los retos que presentan las armas nucleares.
Si por otra parte recordamos estos bombardeos como un punto crucial en la historia de la humanidad, un momento en el que la paz se vuelve crítica, es posible que encontremos la ética política necesaria para salvarnos del destino que cayó sobre los habitantes de estas dos ciudades.
El futuro está en nuestras manos. No debemos contentarnos con flotar a la deriva en el curso del terror nuclear. Nuestra responsabilidad como ciudadanos de la Tierra y de todas las naciones es enterarnos de la enormidad de nuestro reto en la Era Nuclear y superar ese reto en nombre propio, de nuestros hijos y de todas las generaciones futuras.
Nuestra labor debe ser reclamar nuestra humanidad y asegurar nuestro futuro común liberando al mundo de estos instrumentos inhumanos de muerte y destrucción indiscriminadas. El camino para asegurar el futuro de la humanidad corre a través del pasado de Hiroshima y Nagasaki.
"Las armas nucleares no detienen la guerra. Las armas nucleares y los seres humanos no pueden coexistir. Todos debemos conocer el valor de la vida humana.
Si no están de acuerdo conmigo en esto, por favor, vengan al Museo de Arte Moderno “Carlos Mérida” en donde se estará presentando la exposición fotográfica “Escenas de la Infancia, Sesenta Años de Posguerra en Japón,” para ver por ustedes mismos el poder destructivo de estas armas mortales.