La convocatoria para participar en la construcción de una Guatemala equitativa, justa, sin discriminación, ni racismo, será presidida por la inmensa mayoría sufriente, indígenas, obreros, campesinos, Profesionistas, estudiantes y todos aquellos que se solidaricen con la causa de los empobrecidos y explotados. ¡¡Nunca más un Gobierno, que no nos tome en cuenta, Nunca más una Guatemala sin nosotros!!
La expresión “raza indígena” es realmente amplia, si se analiza en toda la extensión de la palabra; para algunos es sinónimo de desprecio hacia un sector de la sociedad, para la inmensa mayoría de nosotros es motivo de verdadero orgullo el ser llamado indígena porque estamos consientes de que un pueblo sin raíces históricas, es un pueblo sin cultura.
¡¡Nunca más un Gobierno, que no nos tome en cuenta, Nunca más una Guatemala sin nosotros!!
POR: FRANCISCO JAVIER PÉREZ RAMÍREZ.
La expresión “raza indígena” es realmente amplia, si se analiza en toda la extensión de la palabra; para algunos es sinónimo de desprecio hacia un sector de la sociedad, para la inmensa mayoría de nosotros es motivo de verdadero orgullo el ser llamado indígena porque estamos consientes de que un pueblo sin raíces históricas, es un pueblo sin cultura.
Y digo nosotros, porque aún para los que somos mestizos, allí mismo pesa lo indígena en la sangre, en el pelo, en la piel, en el color, en los ojos y en el alma.
Nuestra deuda con él indígena es inmensa, basta ya de discursos y dependencias e instituciones acéfalas y de membrete que solo a medias abordan el tema de la discriminación y el racismo en Guatemala, la sociedad en que vivimos necesita hechos reales, acciones concretas encaminadas a darle solución a sus problemas; así como crear y fomentar programas culturales orientados a enaltecer la riqueza que el indígena constituye para Guatemala.
Sí a esa Guatemala indígena por el hondo significado que tiene para los guatemaltecos haber nacido, crecido y ahora trabajar por una Guatemala nueva, aquí en nuestro suelo, la que en su mayoría la constituyen los hermanos indígenas.
El ladino que alguna vez se haya puesto a pensar seriamente en esta realidad mayoritaria indígena de Guatemala, no se puede desvincular de este hecho real que viven nuestros hermanos indígenas; como lo es la discriminación, el racismo, la injusticia económica y social, la propiedad y el cultivo de la tierra, el trabajo, la producción de alimentos básicos para la población, sustituida violentamente por los productos de exportación, a raíz de los compromisos contraídos por nuestro país al haber firmado y ratificado los Tratados de Libre Comercio (TLC) Internacionales.
Por lo anteriormente expuesto nosotros ladinos e indígenas deberíamos de reflexionar a profundidad sobre el constante atropello que sufre la familia indígena, a su integridad moral, la propiedad, la tradición, usos y costumbres, la cultura; a los derechos humanos y garantías constitucionales de la mayoría indígena explotada juntamente con los obreros, estudiantes, profesionistas, trabajadores y campesinos del mismo nivel económico, quienes sufren las mismas injusticias y comparten la misma miseria.
Esa inmensa mayoría indígena que fue despedazada y masacrada hace más de 500 años en la conquista española, y que fue constantemente herida y asesinada en lugares como en Panzós, Nebaj, chajul, Cotzal, Uspantán, Las Cruces y Palestina entre otros poblados y aldeas enteras, durante los 36 años que duro el conflicto armado interno; y convertida en nómada en la Costa Sur, despojada de la tierra que por derecho legitimo y por justicia les pertenece.
Aparte de que esa mayoría pesa profundamente sobre nuestra historia pasada, condiciona y fortalece nuestro presente y determinara nuestro futuro, razón por la cual es preciso que reconozcamos que sólo cuando esa inmensa mayoría se ponga en marcha en búsqueda de nuestra liberación, habrá verdadera esperanza y alternativas reales de alcanzarla.
Ningún gobierno, grupo, ó movimiento popular que ignore a esta inmensa mayoría podrá tener repercusiones históricas de verdadera trascendencia en nuestra amada Guatemala.
Para ello se hace necesario el reconocer en toda su hondura al ser humano que nos ha ofrendado su tierra, su cultura, su trabajo y su sangre. Se trata más bien de convertirnos a él para darnos cabal cuenta de que no tenemos derecho a cerrarles el camino a los medios de producción, a la tecnología, a la educación, a los servicios de salud, a la justicia pronta y cumplida entre otras garantías y derechos constitucionales que al igual que nosotros tiene derecho.
Con toda justicia de lo que se trata es de permitirles que se incorporen de igual a igual, sin discriminación ni racismo a la lucha organizada tal como lo notamos en otros grupos más claramente comprometidos; y de reconocer con humildad y lucidez que no debemos seguir cometiendo los mismos errores de siempre de marginarlos y discriminarlos por el solo hecho de ser indígenas.
Todo este sombrío pasado tiene que ser arrancado de raíz con la participación y decisión de esas mayorías en las cuales nuestro pecado aparece con el nombre de miseria y explotación; no olvides hermano indígena, hermano campesino que ese nombre tú lo vas a cambiar cuando juntes la fuerza que brota de tus manos, cuando te decidas a hermanar todos lo corazones de una misma clase y de un mismo color.
Nuestra fuerza vendrá de allí, de donde les sale la fuerza a los pobres, a los huérfanos, a las viudas que día a día convierten granos de maíz de su propia vida, en tortilla que nos une, que nos hermana a todos en una sola familia, en una sola fuerza, en un solo pueblo en busca de su libertad. Pueblo que fue sometido a la esclavitud y al trabajo forzado, despojado de su tierra y de su historia durante más de 500 años.
La convocatoria para participar en la construcción de una Guatemala equitativa, justa, sin discriminación, ni racismo, será presidida por la inmensa mayoría sufriente, indígenas, obreros, campesinos, Profesionistas, estudiantes y todos aquellos que se solidaricen con la causa de los empobrecidos y explotados.
El indígena, llamado a ser agente del cambio y la liberación lo hará sin renunciar a su piel espiritual, a sus íntimos ríos, a sus costumbres y a su mentalidad particular. Para ocupar el puesto que les corresponde en la historia el eje y el timón de la misma.
Nuestra deuda con él indígena es inmensa, basta ya de discursos y dependencias e instituciones acéfalas y de membrete que solo a medias abordan el tema de la discriminación y el racismo en Guatemala, la sociedad en que vivimos necesita hechos reales, acciones concretas encaminadas a darle solución a sus problemas; así como crear y fomentar programas culturales orientados a enaltecer la riqueza que el indígena constituye para Guatemala.
Sí a esa Guatemala indígena por el hondo significado que tiene para los guatemaltecos haber nacido, crecido y ahora trabajar por una Guatemala nueva, aquí en nuestro suelo, la que en su mayoría la constituyen los hermanos indígenas.
El ladino que alguna vez se haya puesto a pensar seriamente en esta realidad mayoritaria indígena de Guatemala, no se puede desvincular de este hecho real que viven nuestros hermanos indígenas; como lo es la discriminación, el racismo, la injusticia económica y social, la propiedad y el cultivo de la tierra, el trabajo, la producción de alimentos básicos para la población, sustituida violentamente por los productos de exportación, a raíz de los compromisos contraídos por nuestro país al haber firmado y ratificado los Tratados de Libre Comercio (TLC) Internacionales.
Por lo anteriormente expuesto nosotros ladinos e indígenas deberíamos de reflexionar a profundidad sobre el constante atropello que sufre la familia indígena, a su integridad moral, la propiedad, la tradición, usos y costumbres, la cultura; a los derechos humanos y garantías constitucionales de la mayoría indígena explotada juntamente con los obreros, estudiantes, profesionistas, trabajadores y campesinos del mismo nivel económico, quienes sufren las mismas injusticias y comparten la misma miseria.
Esa inmensa mayoría indígena que fue despedazada y masacrada hace más de 500 años en la conquista española, y que fue constantemente herida y asesinada en lugares como en Panzós, Nebaj, chajul, Cotzal, Uspantán, Las Cruces y Palestina entre otros poblados y aldeas enteras, durante los 36 años que duro el conflicto armado interno; y convertida en nómada en la Costa Sur, despojada de la tierra que por derecho legitimo y por justicia les pertenece.
Aparte de que esa mayoría pesa profundamente sobre nuestra historia pasada, condiciona y fortalece nuestro presente y determinara nuestro futuro, razón por la cual es preciso que reconozcamos que sólo cuando esa inmensa mayoría se ponga en marcha en búsqueda de nuestra liberación, habrá verdadera esperanza y alternativas reales de alcanzarla.
Ningún gobierno, grupo, ó movimiento popular que ignore a esta inmensa mayoría podrá tener repercusiones históricas de verdadera trascendencia en nuestra amada Guatemala.
Para ello se hace necesario el reconocer en toda su hondura al ser humano que nos ha ofrendado su tierra, su cultura, su trabajo y su sangre. Se trata más bien de convertirnos a él para darnos cabal cuenta de que no tenemos derecho a cerrarles el camino a los medios de producción, a la tecnología, a la educación, a los servicios de salud, a la justicia pronta y cumplida entre otras garantías y derechos constitucionales que al igual que nosotros tiene derecho.
Con toda justicia de lo que se trata es de permitirles que se incorporen de igual a igual, sin discriminación ni racismo a la lucha organizada tal como lo notamos en otros grupos más claramente comprometidos; y de reconocer con humildad y lucidez que no debemos seguir cometiendo los mismos errores de siempre de marginarlos y discriminarlos por el solo hecho de ser indígenas.
Todo este sombrío pasado tiene que ser arrancado de raíz con la participación y decisión de esas mayorías en las cuales nuestro pecado aparece con el nombre de miseria y explotación; no olvides hermano indígena, hermano campesino que ese nombre tú lo vas a cambiar cuando juntes la fuerza que brota de tus manos, cuando te decidas a hermanar todos lo corazones de una misma clase y de un mismo color.
Nuestra fuerza vendrá de allí, de donde les sale la fuerza a los pobres, a los huérfanos, a las viudas que día a día convierten granos de maíz de su propia vida, en tortilla que nos une, que nos hermana a todos en una sola familia, en una sola fuerza, en un solo pueblo en busca de su libertad. Pueblo que fue sometido a la esclavitud y al trabajo forzado, despojado de su tierra y de su historia durante más de 500 años.
La convocatoria para participar en la construcción de una Guatemala equitativa, justa, sin discriminación, ni racismo, será presidida por la inmensa mayoría sufriente, indígenas, obreros, campesinos, Profesionistas, estudiantes y todos aquellos que se solidaricen con la causa de los empobrecidos y explotados.
El indígena, llamado a ser agente del cambio y la liberación lo hará sin renunciar a su piel espiritual, a sus íntimos ríos, a sus costumbres y a su mentalidad particular. Para ocupar el puesto que les corresponde en la historia el eje y el timón de la misma.
¡¡Nunca más un Gobierno, que no nos tome en cuenta, Nunca más una Guatemala sin nosotros!!